Patri y yo siempre hemos querido recibir a Laura , nuestra primera hija, en un ambiente y energía de paz y dulzura, en armonía, rodeada de mujeres y sin intervenciones médicas (si no son estrictamente necesarias), así que decidimos realizar un parto natural y en casa.
Quisimos prepararnos para aquel momento y realizar para ello un trabajo de pareja para estar lo más unidas posibles en el momento, por lo que hicimos la preparación al parto en la Casa de Nacimientos de Migjorn. Para nosotras fue muy importante realizar este trabajo un domingo de cada mes. Allí encontramos entre otras cosas : la comprensión, el soporte, la explicación de los tecnicismos médicos de forma sencilla y natural y la energía positiva que buscábamos.
Cada domingo que teníamos que ir a Migjorn significaba levantarse muy temprano, pero sabíamos que volveríamos a casa con la mente renovada y con una inyección de fuerza (ya que más de una vez las fuerzas nos flaquearon sobretodo por comentarios de personas seguras de que sin el control y la guía del sistema sanitario, una mujer no es capaz de parir).
En enero llegó Laura y fue sin duda el día más importante de nuestras vidas, estuvimos diecisiete horas de parto y estábamos preparadas e ilusionadas para ello.
Yo estaba rodeada de siete maravillosas mujeres, un número mágico y cada una de ellas aportó granito de arena a la vivencia. Allí estuvo Victoria (mi madre), Anna (mi cuñada que se ocupó de la grabación del parto) Montse Bach, Rosa, y Carmen (las comadronas amigas que por causalidad de la vida asistieron las tres), Martina (una preciosa niña de dos
años hija de Montse que aporto su alegría y energía nueva) y Patri, mi pareja, que fue para mi el pilar fundamental, que me mimó, me cuidó, me amó y me animó durante todas esas horas.
Gracias a todas y todos los que habéis colaborado a que el 16 de enero se hiciera realidad mi sueño y pudiera darle esa bienvenida a Laura.
Y PATRI , LA PAREJA , DICE:
Pues siendo del todo sincera, cuando Olga me planteo el parto en casa concentré todos mis esfuerzos para que mi rostro no reflejara lo que realmente estaba pensando. Pensé que el embarazo le estaba robando el juicio.
¿En casa?¿Sin anestesia ni nada? Lo cierto es que mi relación con los partos hasta el momento había sido escasa, excepto al mío no había asistido jamás a ningún parto y los testimonios gráficos que había podido ver hasta el momento provocaban en mí algo parecido al miedo. Olga ( que aprovecho para decir que es muy lista) lo dejó ahí no se puso firme y me dejo pensar; poco más tarde me planteo ir a un sitio a informarnos sobre como iba eso del parto natural, y del parto en casa.
Durante unos meses fuimos cada domingo a algo parecido a clases de preparación para el parto aunque supongo yo, muy diferentes a las que proponía la Seguridad Social.
Para mí fue un descubrimiento sorprendente, descubrí la enorme capacidad de la naturaleza humana y lo equivocada que era mi idea de lo que es un parto, descubrí que podíamos elegir y que en realidad yo quería elegir como iba a venir mi bebé al mundo, vamos en definitiva lo que me pasó es que se me fueron los miedos.
El día que empezó el parto yo lo viví contenta y tranquila, ya no necesitaba una ambulancia en la puerta de casa, no teníamos que salir corriendo a ningún lado ni llamar a toda velocidad a alguien para que viniera con urgencia.
Tampoco es que no necesitáramos a nadie, al fin y al cabo era nuestro primer bebé y una cosa es la teoría… Las primeras contracciones se produjeron al mediodía en la calle, así que poco a poco fuimos acercándonos a casa, una vez allí llamamos a las comadronas, las cuales por los síntomas decidieron que hasta las siete de la tarde no iban a pasar por casa, en ese momento pensé de nuevo en que no vivíamos tan lejos del hospital, pero se me pasó en seguida.
Olga fruncía todos los músculos de su cuerpo cada cinco, tres o dos minutos y luego estaba normal, igual que un niño después de desahogar su rabieta, así que hacía bromas entre contracción y contracción.
La parte final del parto ya rodeadas de comadronas amigas y familiares fue larga, nuestra Laura salió a las cinco y media de la mañana así que desde las siete de la tarde las contracciones se fueron haciendo cada vez más fuertes y el cansancio de las horas hizo que en vez de hablar Olga guardara sus fuerzas para lo que estaba haciendo . Necesitaba silencio y poca luz, y de forma casi animal se iba moviendo de un lugar a otro, ahora en la bañera, ahora en el suelo, ahora en una de esas pelotas enormes que parecían ayudarla a soportar mejor el dolor ,hasta que llegó un momento en que se estiró en un colchón en el suelo y ya no cambió más de postura, encontró una en la que se preparó para el último empujón ( que dicho así parece que fuera uno solo pero aún duró un ratito).
Estoy segura de que ha sido la mejor experiencia de mi vida y en aquel momento fue la mejor experiencia del mundo para todas las que estábamos allí. Le agradezco enormemente a Olga que me convenciera para vivir esa experiencia, no imagino mejor forma de traer a nuestra hija al mundo y el vínculo de unión que se creó en ese momento entre nosotras fue en parte gracias a que no hubo ninguna distorsión que rompiera la magia de ese momento, cosa que dudo que se produjera con el parto que yo tenía en mente a priori.
Solo me queda dar las gracias a todas por ese momento.