Es difícil resumir una experiencia de parto cuando hay tantos recuerdos, sentimientos, sensaciones, emociones y anécdotas.
EL DÍA QUE NACIÓ NOA
El parto de Noa no fue ni normal ni fisiológico, sino totalmente protocolizado e intervenido pero, gracias a ella y a todo lo que hemos aprendido desde entonces, sus hermanos han tenido un nacimiento respetado. Por eso, por ese gran regalo suyo, creo que merece estar aquí.
Lo cierto es que la vivencia del parto en sí no fue mala: no teníamos ni idea de nada, así que hicimos y nos hicieron lo “normal” es decir, lo habitual: oxitocina, monitorización externa e interna continua, epidural, kristeller, episiotomía, fórceps… un parto rapidito de 8 horas desde la primera contracción.
Diez meses más tarde, en el curso “Maternidad Entrañable y Gozosa” de la Universidad, en Jaca, en un taller con matronas, pusieron el video “Callate y Pujá” como ejemplo de malas prácticas. Fue como un sartenazo. Ahí me enteré de que mi parto no había sido “normal”, había sido malísimo. Pero lo peor fue saber todo de lo que se podía haber librado Noa. Asumo mi parte de responsabilidad: nada pedí, nada tuve. Bueno sí, tuve una hija estupenda a la que “enganché” a mi teta contra viento y marea. Las lactancias y los hijos son sanadores, pero no nos deben hacer olvidar.
EL DÍA QUE NACIÓ ENAI
Con Enai, como no se nos iba a olvidar, sabíamos que tenía que ser de otra manera. Así que nos informamos, leímos y leímos, y nos preparamos. Le pedimos a nuestro amigo Nacho Matute, comadrón, que nos asistiera en casa… y con tanto hombre a mi alrededor yo quería una mujer sabia a mi lado. Así que le pedí a mi amiga Lilia que me acompañara.
Lo teníamos todo listo: pelota, bañera, silla de partos, velas, música… y tal cual, se quedó. El parto fue tan rápido que no usé nada. A las 2.30 me despertaron las contracciones, a las 3.15 me levanté y le dije a Edu que “esto iba en serio”. Me tumbé en una cama que me había preparado (Noa estaba durmiendo en la nuestra), recuerdo que entre contracciones le decía: “Pero si no has puesto plásticos!!! Si estos no son los calcetines que te dije!!! Se supone que no tengo que activar mi neocórtex!!!”
Las contracciones eran cada vez más intensas y el dolor como para volverse loca. Yo intentaba relajarme, pero no podía, no daba tregua. Le decía a Edu: “Qué mal lo voy a pasaaar! Qué largo va a ser estooo!” yo me imaginaba estar así horas y horas. A las 4 llegó Nacho y me dijo que estaba en completa, no me lo podía creer, me relajé, me puse a cuatro patas, y así nació Enai a las 5.15. Lilia llegó en ese momento, vive a dos horas! Qué presencia tan importante, incluso en la distancia. A las 8 de la mañana amaneció Noa, sólo se había despertado una vez en esa noche y, por primera vez, aceptó volver a dormirse con su papi.
Éstas fueron mis reflexiones al mes del parto:
Esta experiencia me ha aportado muchísimas cosas.
– Confirmar que el parto es un proceso fisiológico, normal, instintivo e imparable. Me da pena pensar que, con lo fácil que puede llegar a ser, cómo lo complicamos.
– A mí, personalmente, me ha ayudado a curar las heridas de mi primer parto. No tanto las físicas, si no las emocionales. El demostrarme a mí misma que sí soy capaz de parir, que mi cuerpo sí sabía hacerlo, sabía empujar, sólo había que dejarlo libre. Reconciliarme con mi periné y mi sexualidad, tan dañados cuando nació Noa. Salgo reforzada con una sensación de PODER, de que tras esta experiencia, puedo hacer cualquier cosa. He crecido como mujer.
– He confirmado lo que dice Laura Gutman con respecto al dolor y al sufrimiento. Se puede sentir dolor, pero no sufrir, y puedes sufrir sin sentir dolor. En el parto de Enai hubo dolor, más o menos intenso según el momento, pero era eso, dolor. Y mi cuerpo estaba física y emocionalmente preparado para soportarlo. En el parto de Noa apenas hubo dolor porque llevaba epidural, pero sí sufrimiento: cuando Noa entró en bradicardia, cuando fui consciente de mi parto y, sobre todo, del nacimiento traumático que tuvo mi hija.
– La inmensa satisfacción de haberle proporcionado a mi hijo el mejor nacimiento que podía ofrecerle, la bienvenida más dulce a este mundo y en compañía de grandes personas.