1, 2, 3, 4 … Estoy embarazada por primera vez. Me reflejo en los ojos de mi compañero: amor, alegría, entusiasmo…. Pasa la eternidad ante mi…me siento inquieta y tranquila a la vez… hay tantos futuros imperfectos… En un ejercicio de interiorización me desplazo al momento del parto. Está dentro y tendrá que salir, tendrá que salir….. La vida es un estanque de instantes y ese momento es un salto de agua de un nivel a otro, de un ciclo a otro. ¿Cómo? ¿Donde? ¿Con que intensidad?
Con el tiempo me he dado cuenta que la vida es un viaje iniciático lleno de momentos místicos. El misticismo para mí es la confianza en que lo que tiene que ser será, una especie de dejar las cosas en manos de otras manos, ya sea de seres invisibles o visibles que te acompañan con su energía y amor.
También que las diferentes realidades que llenan tu vida responden en parte a ciertos deseos previos, a pensamientos conscientes o inconscientes sobre lo que consideras que forma parte de tu felicidad, si deseas alcanzarla. Sí, quiero ser feliz, sí quiero que la niña esté bien, sí y que todo en el parto vaya bien. En el momento asumiré los cambios constantes en todo lo que suceda y las sensaciones que tenga las observaré lo más ecuanimamente posible.
Así que junto a la propia confianza y la magia del cuidado ajeno, mi parto lo visualizaba como un viaje hacia un nombre, hacia su nombre. Sería una niña y se llamaría Charlotte.
Esther, Dul y Montse me acompañarían:
Esther es una amiga mía de hace muchos años, hemos llegado a vivir juntas. Es una de esas personas mariposa que empatizan con las emociones hasta lo más profundo de su ser. Su experiencia en los dos partos domiciliarios de su hermana y la confianza que depositamos la una con la otra era crucial. Mi compañero Dul tras varias conversaciones apoyaba mi decisión de tener a la niña en casa, sería muy importante su apoyo y confianza en mi. Pese a que no sabía como reaccionaría ante la experiencia, lo cierto es que me sentía muy segura con su presencia y amor. Montse era mi amiga comadrona. Su profesionalidad y su exquisito seguimiento hicieron sentir que había tomado la decisión adecuada con la persona adecuada.
Tenía a mis tres acompañantes, un espacio propio e íntimo y una confianza plena en que todo saldría bien. Los primeros dolores de contracciones empezaron una noche, levemente, pero ya no me dejarían dormir. A primera hora de la mañana ya vi que eran regulares y le mandé un sms a Montse. Vino Esther sobre las 11 de la mañana, había que prepararse, a las 12 de la mañana ya eran más dolorosas y cercanas a los 40 segundos cada 10 o 15 minutos. Montse me recomendó descansar. Yo cantaba los segundos en cada contracción hasta que pasamos a las canciones, ya duraban 1 minuto. El canto me ayudaba a subirme a la ola del dolor: de canciones de amor, flamencas, jotas… a viejas canciones de rock and roll, todas me servían para evadirme, todas iban dirigidas a Charlotte.
Cuando vino Montse ya había roto aguas hacia media hora, eran sobre las 5 de la tarde y tenía ya ganas de empujar. Estaba de 8 cm. Pasé a la bañera para dilatar los últimos 2 cm. Fue muy efectivo, estuve como hora y media, seguía cantando y ya aullando en los momentos álgidos… Pasamos al cuarto donde me habían preparado la sillita de partos, estuve con Dul durante 40 minutos, creía que eso ya casi estaba, pero no, las cosas iban a su ritmo, y la niña tenía que bajar el canal del parto tranquilamente. Volví a cambiar de posición, tumbada sobre una colchoneta agarrada a las patas de una mesa, a cuatro patas sobre una pelota gigante, y de allí a la esquina de una cama con Dul cogiéndome por detrás y Esther y Montse haciendo de sujeción de mis pies con sus hombros a la hora de empujar.
A las 9 menos 10 salió Charlotte, nos dejaron solos con ella. Era tan bonita y tan hermosa… 4 kilos de niña!! Con ayuda de Montse y Esther cortamos el cordón umbilical una vez que respiraba por si misma y la placenta salió a la media hora sin ningún problema.
Fue una experiencia super bonita, me siento muy orgullosa de tener un parto como el que tuve, Charlotte se lo merecía.